Investigadores de la Universidad McMaster, en Canadá, están probando una forma distinta de conservar alimentos frescos. La propuesta introduce bacteriófagos —virus que solo atacan bacterias— en una lámina con microagujas que se coloca dentro del envase. Su función es frenar la proliferación de microorganismos que aceleran la descomposición de productos como carne, verduras o queso.
Un problema que cuesta miles de millones
El deterioro de alimentos sigue siendo una de las principales causas de pérdida en la cadena alimentaria. Según estimaciones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, un tercio de la comida disponible se desperdicia por haberse estropeado, con un coste que supera los 160.000 millones de dólares al año. Además de la pérdida económica, también se malgastan agua, energía, transporte y superficie agrícola.
Buena parte de lo que se pierde son alimentos frescos o ricos en proteínas: justo los más difíciles de conservar.
Virus que eliminan bacterias, no células humanas
Los bacteriófagos —o phages— son virus que infectan únicamente bacterias. Se adhieren a ellas, introducen su material genético y provocan que la propia bacteria fabrique copias del virus, hasta destruirse. No afectan a células humanas.
Por eso llevan años estudiándose como alternativa frente a infecciones resistentes a antibióticos y ya se usan en procesos alimentarios para reducir patógenos como Listeria o Salmonella.
El problema: suelen actuar solo en la superficie del alimento. La combinación con microagujas busca llevarlos al interior, donde también se esconden las bacterias responsables del deterioro.
Qué se observó en las primeras pruebas
Los ensayos se realizaron colocando la lámina directamente sobre pollo, camarones, pimientos y queso. La mezcla de varios tipos de phages logró reducir distintas cepas bacterianas asociadas a la descomposición.
En algunos casos, la contaminación descendió hasta niveles considerados seguros en estándares actuales de seguridad alimentaria.
Por ahora, es solo un prototipo de laboratorio. No se vende ni se ha aplicado en envases industriales. Los investigadores apuntan que, de avanzar, podría integrarse en envases destinados a distribución y uso doméstico.
Hacia envases que hacen más que envolver
Actualmente, el control de bacterias depende de:
- Conservantes químicos, que pueden cambiar sabor o textura
- Uso de antibióticos en producción agrícola y ganadera, que contribuye a la resistencia bacteriana
El enfoque con phages podría reducir aditivos y limitar el empleo de antibióticos en la cadena alimentaria.
Quedan cuestiones abiertas: estabilidad del sistema, costes, regulación y aceptación pública. Pero la tendencia apunta a envases que intervienen activamente en la conservación, no solo que envuelven y protegen.
