El plan de la Casa Blanca para imponer aranceles cercanos al 100% a los semiconductores importados se ha enfriado. Aunque se anunció como una apuesta para fortalecer la fabricación nacional, altos cargos han trasladado a gobiernos aliados y a la industria que la medida podría demorarse. Las conversaciones siguen abiertas y no hay calendario ni decisión definitiva.
Cautela para evitar un choque con China
El Gobierno quiere evitar otra escalada con China que ponga en riesgo el flujo de tierras raras, clave para producir chips y dispositivos electrónicos. Una subida abrupta de tarifas podría desencadenar represalias que afecten a toda la cadena tecnológica mundial.
Según fuentes en Washington, la prioridad es presionar a Pekín sin romper el suministro global. Aun así, la administración mantiene sobre la mesa tarifas de tres dígitos si considera que están en juego los intereses industriales estadounidenses.
Fabricar en casa como condición de supervivencia
El plan presentado en agosto señalaba una excepción decisiva: solo quedarían libres de los nuevos impuestos las empresas que fabriquen en EE.UU. El objetivo no se esconde: más producción y más empleo dentro del país.
Washington ve la dependencia tecnológica exterior como un riesgo para la seguridad nacional. Ya en abril se iniciaron investigaciones sobre importaciones farmacéuticas y de chips para respaldar futuras restricciones comerciales.
El consumidor, el gran termómetro político
Otro factor pesa en la balanza: los precios. Con la inflación aún por encima del objetivo y la temporada de compras en marcha, gravar chips importados encarecería productos de uso básico como teléfonos o refrigeradores. La Casa Blanca afirma que sus políticas no son las responsables del incremento del coste de la vida, pero el impacto económico se mira con lupa.
En paralelo, el Gobierno ha rebajado aranceles a más de 200 alimentos para aliviar la presión sobre los hogares.
Una tregua comercial que tiembla
Trump y Xi Jinping pactaron en Busan una pausa temporal en sus disputas comerciales. Pero Washington ya ha advertido que podrían llegar medidas de seguridad nacional que Pekín interpretaría como hostiles.
Desde la embajada china se insiste en que la cooperación es la única vía para sostener la estabilidad del sector y proteger la cadena global de semiconductores.
El mundo mira: equilibrio frágil, riesgos enormes
Estados Unidos asegura que utilizará todo el poder ejecutivo para reforzar la industria de chips dentro del país. Sin embargo, cada paso exige prudencia. Las decisiones que se discuten podrían redefinir el liderazgo tecnológico global, reactivar tensiones con China o, por el contrario, ofrecer un respiro a una economía mundial dependiente de estos componentes.
Mientras las tecnológicas reclaman certidumbre, la administración navega entre presiones internas y el temor a alterar una cadena de suministro crucial para la economía digital y para la competencia en inteligencia artificial, robótica y dispositivos conectados.