OpenAI: la burbuja que sangra miles de millones y pone en jaque al futuro de la IA

Autor: Jernej Furman, Wikimedia Commons

Si te inquieta la idea de una burbuja en la inteligencia artificial, mejor abróchate el cinturón. Los números de OpenAI ya no encajan ni en los cálculos más optimistas. La compañía gasta casi ocho dólares por cada dólar que ingresa. Solo en la primera mitad de 2025 ha perdido 13.500 millones de dólares, la misma cifra que esperaba perder en todo 2026. En 2024 su crecimiento fue explosivo: un 250 % más de ingresos, pero este año apenas roza el 56 %. La velocidad que impulsó el boom de la IA generativa se frena, mientras los costes siguen disparados. Y surge la pregunta que muchos en Silicon Valley evitan formular: ¿hasta cuándo aguantará esta sangría?

Un agujero que no deja de crecer

Según The Information, OpenAI facturó unos 4.300 millones de dólares en el primer semestre de 2025, pero sus pérdidas se multiplicaron hasta alcanzar los 13.500 millones. Si el ritmo continúa, el año podría cerrarse con un déficit cercano a 27.000 millones.

Incluso los cálculos más conservadores —como los del Financial Times, que no incluyen toda la estructura financiera— sitúan las pérdidas por encima de 16.000 millones. A finales de 2024, la empresa ya tuvo que ser rescatada con 6.000 millones para mantenerse operativa. La rentabilidad, de momento, ni se asoma.

Crecimiento a crédito

Buena parte del desequilibrio se explica por el uso de equity convertible, una fórmula que mezcla deuda con participación futura en el capital. En la práctica, OpenAI financia su expansión a base de crédito, inflando el balance de pérdidas y diluyendo el control de los accionistas.

Aun así, la compañía ha decidido duplicar su inversión en infraestructura. Al megaproyecto Stargate, valorado en unos 500.000 millones de dólares, se suman acuerdos con AMD, Broadcom, Nvidia y Oracle. En conjunto, la apuesta total supera el billón de dólares en centros de datos para los próximos cinco años.

Los analistas calculan que mantener una infraestructura así podría costar cada año una cuarta parte de su valor inicial. Si eso se confirma, los gastos operativos anuales rondarían cientos de miles de millones hacia 2029. Incluso con ingresos proyectados de 125.000 millones, el equilibrio seguiría fuera de alcance.

Más potencia, mismos errores

La lógica detrás de esa carrera por más servidores es sencilla: más datos y más cómputo deberían mejorar los modelos. Pero la realidad es otra. OpenAI ha admitido que las llamadas alucinaciones —respuestas falsas o inventadas— no desaparecen solo por multiplicar la potencia de cálculo.

Los modelos más avanzados, los reasoning models, tienden incluso a fallar más porque multiplican las operaciones internas necesarias para generar una respuesta. La compañía ha probado con aprendizaje activo —modelos que formulan preguntas aclaratorias—, pero el proceso resulta tan caro que sale más barato dejar esa tarea en manos humanas.

En otras palabras, más infraestructura no equivale a más precisión, y sin mejoras tangibles, los ingresos adicionales son cada vez más difíciles de sostener.

Diversificar o morir

OpenAI intenta ampliar sus fuentes de ingreso con soluciones empresariales y chatbots de entretenimiento. Sin embargo, las proyecciones apuntan a que incluso combinadas no superarían los 100.000 millones anuales, una cifra insuficiente frente a los costes estructurales y el gasto operativo que arrastra.

Un riesgo que contagia a todo el sector

Con cerca del 61 % del mercado estadounidense de IA generativa, OpenAI absorbe una parte desproporcionada del capital global. En 2025, según Bloomberg, el venture capital destinó 192.700 millones de dólares al sector, y una quinta parte fue a parar directamente a OpenAI. Eso convierte a la compañía en un actor sistémico: si cae, arrastrará buena parte del ecosistema.

El problema es que los beneficios no proceden del negocio real, sino de la revalorización de las participaciones privadas. En un entorno donde el tamaño y el gasto pesan más que la rentabilidad, la burbuja se sostiene sobre la fe en el crecimiento perpetuo.

La paradoja de la inteligencia artificial

OpenAI nació para construir máquinas capaces de razonar mejor que los humanos. Pero sus cuentas revelan una contradicción profundamente humana: una empresa que no sabe frenar su propio impulso.

Gasta más, pierde más y promete más, esperando que el futuro arregle los números. Sin embargo, los datos dicen lo contrario: ni más potencia ni más inversión garantizan resolver los límites actuales de la IA.

La inteligencia artificial debía representar eficiencia y progreso. Hoy, su principal emblema parece convertirse en el reflejo de otra era de exceso. Si el mercado deja de creer en esa promesa, la burbuja no solo podría estallar: podría hacerlo antes de que la inteligencia artificial aprenda a pensar por sí misma.

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