El país vuelve a retrasar una hora sus relojes, gana 60 minutos de sueño y reabre un viejo debate: ¿tiene sentido seguir cambiando la hora en 2025?
España volvió al horario de invierno. Como cada octubre, los relojes se retrasaron una hora y el país amaneció con la sensación de haber dormido más. Pero el cambio vuelve a levantar la misma pregunta: ¿es lógico seguir moviendo las manecillas dos veces al año?
Para averiguarlo, pedimos a ChatGPT su análisis sobre el sistema horario español y sus consecuencias para la salud, la economía y la vida diaria. Su conclusión no deja lugar a dudas: España vive con el reloj de Berlín, pero con el sol de Lisboa.
Un país con el huso equivocado
España pertenece geográficamente al huso horario de Greenwich (GMT+0), el mismo que Portugal o el Reino Unido. Sin embargo, desde 1940 el país opera una hora adelantado —GMT+1 en invierno y GMT+2 en verano—, una decisión política tomada por el régimen franquista para alinearse con Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.
El resultado es un jet lag social crónico: los españoles comen, trabajan y se acuestan más tarde que sus vecinos europeos, pese a compartir prácticamente la misma posición solar.
El cambio de hora agrava el desajuste
Durante el invierno, anochece antes de las siete. Muchos trabajadores salen del empleo sin haber visto la luz del sol. Según la IA, los estudios de cronobiología son claros: menos luz natural implica peor descanso, menor rendimiento y más problemas de ánimo.
En lo social, la oscuridad temprana reduce el tiempo para hacer ejercicio o conciliar la vida familiar. Y en lo económico, el argumento energético se ha desplomado: el ahorro ya no supera el 0,1 % del consumo anual, según los últimos informes europeos.
¿Qué horario sería el ideal?
El chat de OpenAI lo tiene claro:
“El horario más saludable sería mantener el horario de invierno todo el año —o incluso volver al huso original (GMT+0)—. Alinearía la jornada laboral con la luz solar y mejoraría el descanso y la productividad.”
La alternativa, mantener el horario de verano de forma permanente, tendría un efecto colateral evidente: en muchas zonas de España el sol no saldría hasta pasadas las nueve y media en pleno invierno, lo que chocaría con el reloj biológico humano.
Ciencia frente a costumbre
El debate no es político, sino fisiológico. Los ritmos circadianos dependen directamente de la luz natural. Retrasar su exposición cada mañana altera el metabolismo, el estado de ánimo y la atención.
Por eso, según la IA, un horario más coherente con la posición solar mejoraría la salud pública y la eficiencia económica.
España sigue atrapada entre dos relojes: el del continente europeo y el de su propio sol. Mientras tanto, seguimos cambiando la hora cada seis meses, aunque la ciencia, y ahora también la inteligencia artificial, coinciden en una idea sencilla: lo sensato no es mover las manecillas, sino el huso.
