China ha marcado un punto de inflexión en la carrera tecnológica. Un equipo de la Universidad Jiao Tong de Shanghái ha desarrollado un chip cuántico fotónico que, según sus creadores, puede acelerar el cálculo para inteligencia artificial más de mil veces. El prototipo ya se está aplicando en sectores como el aeroespacial o las finanzas, donde cada segundo de cómputo cuenta.
El proyecto está liderado por el físico Jin Xianmin, fundador de Turing Quantum, y combina dos tecnologías que hasta ahora avanzaban por caminos paralelos: la fotónica y la cuántica. La arquitectura, diseñada para escalar hasta un millón de cúbits, busca algo que pocos laboratorios han logrado: fabricar chips cuánticos fotónicos a nivel industrial.
De los electrones a los fotones
Los procesadores clásicos mueven electrones. Los fotónicos, en cambio, trabajan con fotones, lo que permite transmitir información a una velocidad mucho mayor y con un consumo energético menor.
La parte cuántica aporta los cúbits, capaces de representar 0 y 1 al mismo tiempo gracias a la superposición. Ese paralelismo es lo que permite resolver en segundos problemas que a un superordenador le llevarían años. El nuevo chip chino integra ambos enfoques en un mismo dispositivo, algo que hasta ahora era experimental.
Una línea de producción que cambia las reglas
El salto no está solo en la ciencia, sino en la industrialización. El centro de investigación CHIPX ha inaugurado la primera línea de producción china de obleas de niobato de litio en película delgada (TFLN) de 15 centímetros, un material clave para la computación óptica.
La planta puede fabricar 12.000 obleas al año, con unos 350 chips por oblea, y ha reducido el diseño de nuevos circuitos fotónicos de seis meses a dos semanas. Esa velocidad supera con holgura a actores europeos como SMART Photonics, que sigue operando con obleas más pequeñas de 10 centímetros.
China acelera donde otros aún preparan el terreno
Con este hallazgo, se confirma la entrada oficial de China en un área dominada hasta ahora por EE. UU. y Europa. El país asiático ha demostrado controlar toda la cadena de valor: investigación, materiales y fabricación.
Mientras empresas como PsiQuantum trabajan para adaptar sus procesos a obleas de 30 centímetros, Pekín ya planea escalar su producción a 20 centímetros, acortando distancias en un sector donde cada milímetro importa.
Impacto directo en la carrera por la IA
Si el chip cumple lo que promete, China podrá entrenar modelos de lenguaje e IA generativa enormemente más complejos en una fracción del tiempo que necesitan sus competidores. No es solo un avance científico: es una jugada industrial que altera el equilibrio de poder en la inteligencia artificial.
El mensaje es evidente: mientras Occidente intenta imaginar el siguiente salto, China ya está fabricándolo.
