El experimento de Nil Ojeda que revela cómo la IA condiciona nuestro juicio

Milfshakes convierte un “drop” en una prueba colectiva sobre cómo interpretamos el arte cuando asumimos que lo ha generado una máquina.

La conversación sobre creatividad y algoritmos volvió a estallar en redes. Nil Ojeda y su marca Milfshakes presentaron cuatro cuadros acompañados del mensaje “Arte hecho por IA”. Muchos usuarios dieron por hecho que detrás había modelos generativos y una estética propia de la inteligencia artificial. En cuestión de minutos surgió un torrente de opiniones sobre autoría y emociones en la era digital.

La “IA” eran cuatro mujeres llamadas Ia

El giro llegó tras 72 horas de subasta organizada junto a suarte.art. Las obras no procedían de algoritmos, sino de cuatro mujeres españolas que comparten nombre: IA Ruiz,  IA  Dolçet, IA Fernández e  IA García. Una coincidencia convertida en recurso narrativo para exponer hasta qué punto asumimos que la IA está detrás de cualquier propuesta estética contemporánea.

Durante el proceso, los precios subieron mientras miles de personas comentaban convencidas de que se trataba de arte sintético. La percepción cambió de golpe al conocer la autoría real.

Una campaña diseñada para activar el debate

Para revelar el truco, la marca lanzó un teaser grabado en una galería con la participación de Eva Hache. Antes, ella misma planteaba una pregunta que ya es casi un cliché en la discusión tecnológica: ¿puede la inteligencia artificial emocionar? Ese guiño avivó el debate y mantuvo la atención de la comunidad.

Esta acción sigue la línea que Milfshakes ha ido construyendo: drops que mezclan cultura pop, participación y provocación, donde cada lanzamiento funciona como un universo narrativo propio.

¿Cambia lo que sentimos cuando cambia la autoría?

La campaña apunta a una cuestión central: la historia que acompaña a una obra condiciona su valor y nuestra reacción emocional. En redes, la primera lectura suele imponerse y moldear el juicio colectivo.

Nil Ojeda y Milfshakes han sabido usar el foco en la inteligencia artificial como espejo: más que hablar de tecnología, han mostrado los sesgos que se activan cuando su nombre aparece en escena.

El resultado: una acción que demuestra cómo la etiqueta “IA” es suficiente para cambiar el valor, la interpretación y la conversación alrededor de una obra.

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