El “amigo” de inteligencia artificial que escucha todo: la arriesgada apuesta de la startup Friend sacude Nueva York

Avi Schiffmann - X

La startup Friend ha logrado algo poco habitual: convertir una campaña publicitaria en un debate público sobre la relación entre humanos y máquinas. Durante más de un mes, el metro de Nueva York se llenó de carteles que promocionan un colgante con inteligencia artificial capaz de escuchar conversaciones y ofrecer respuestas mediante una aplicación móvil. La compañía, fundada por Avi Schiffmann, destinó más de un millón de dólares a la acción, que incluyó más de once mil carteles en vagones y más de mil pósters en andenes y exteriores.

El dispositivo, con un precio de 129 dólares, se presenta como un compañero digital: capta el sonido ambiente, analiza el contexto y responde de forma personalizada. Schiffmann lo describe como una nueva categoría de compañía cotidiana, pensada para convivir con las relaciones humanas sin sustituirlas. Pero el resultado no fue el esperado. Lo que debía ser una promoción masiva se transformó en un fenómeno viral cargado de desconfianza hacia la idea de tener un asistente que lo escucha todo.

Del minimalismo publicitario al rechazo ciudadano

Los anuncios de Friend, con fondo blanco y frases cortas como “Nunca voy a faltar a nuestros planes para cenar” o “Alguien que te escucha, te responde y te apoya”, apostaban por la sencillez. Esa misma sobriedad se convirtió en el lienzo perfecto para la crítica. 

En cuestión de días, decenas de carteles amanecieron cubiertos con mensajes y graffitis que denunciaban el concepto de un “amigo artificial”. Algunos usuarios lo vieron como un ejemplo de capitalismo de vigilancia, mientras otros acusaron a la empresa de aprovecharse de la soledad o la vulnerabilidad emocional.

En redes sociales, las imágenes de los anuncios intervenidos se difundieron con rapidez, acompañadas de comentarios sarcásticos o indignados. Incluso surgieron webs dedicadas a recopilar esas versiones alteradas, convertidas en una especie de museo digital del descontento urbano. Frente a la oleada de críticas, Schiffmann defendió que la reacción pública formaba parte del experimento: el objetivo era precisamente generar conversación y exponer la tensión entre la curiosidad y el temor que provoca la inteligencia artificial.

Un experimento sobre la relación con la tecnología

Más allá del ruido mediático, el caso de Friend pone sobre la mesa un nuevo rumbo en el mercado de la IA personal. Si durante años los asistentes virtuales se centraron en la productividad, ahora las startups exploran el terreno más incierto de la compañía emocional. Schiffmann, conocido por proyectos con impacto social durante la pandemia y la guerra de Ucrania, sostiene que no busca reemplazar los vínculos humanos, sino repensar cómo nos comunicamos con la tecnología.

El debate que ha generado Friend deja una conclusión clara: la sociedad aún duda de su disposición a convivir con máquinas “empáticas”. Las preguntas sobre privacidad, vigilancia y autenticidad permanecen abiertas, y la frontera entre avance tecnológico y provocación se vuelve cada vez más difusa. 

Tras su paso por Nueva York, la campaña ha llegado ya a Los Ángeles, donde la reacción del público vuelve a ser tan curiosa como dividida. La empresa planea extenderla a otras ciudades de Estados Unidos y cerrar acuerdos con distribuidores para 2026. Su impacto comercial sigue siendo incierto, pero Friend ya ha logrado algo poco común: colocar la discusión sobre la inteligencia artificial en el corazón de la vida urbana.

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